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Ahora escribo aquí:

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Estirando los brazos.

Me gusta imaginarte flotando en una piscina mientras piensas que crees que has entendido lo que significa formar parte del mundo. Luego me explicas que el amor era o es otra cosa, que mediante palabras se puede suplir lo que somos, que quizá allí, al otro lado, afuera, existan voces que reclamen lo intacto –y a las que habrá que devolver, supongo, todo lo que fuimos en realidad-.

Gárgola o ángel, espejo o agua, bostezo o sueño, o hambre.

Me pregunto si existes en un sitio que no sea este aquí, este lugar al que me dirijo, añadiendo fuerza, propulsando lo que digo hacia donde quiera que estés, que es aquí, en fin, pero nunca es tan cerca. Ese lugar donde una premonición dice que vas a aparecer para que al final lo hagas. Aquí, sí, pero allí, al fin y al cabo. Allí dónde, dime. Si no puedo poner tu cara entre mis manos dime dónde está ese dónde.

Se multiplican los abismos porque obviando la circunstancia de que nunca sé dónde estás, tampoco sé muy bien cómo encontrarte, y aunque te tenga de frente siempre hay un salto, un paso que me mantiene alejada de ti, a una distancia insalvable, como la cercanía imposible de dos polos positivos.

Al final vienes con tu olor a frío y los ojos del que se supo en algún momento engranaje de una maquinaria mucho mayor, y yo, pequeña, quieta, con varios nombres en propiedad, sedada, estéril y con cara de gilipollas, vuelvo al rincón del que nunca debí salir, el rincón de alambres de espino y ojos abiertos sobre fondo negro, el rincón desde el cual no se comprende nada y además ni se intenta.

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Negación primera.

Hace tiempo que no escribo porque me da miedo no tener nada que decir, porque no sé si queda algo, por si he perdido el valor, si es que siempre me faltó la constancia o si me sobra debilidad. Si alguna vez tuve ingenio, si sólo me falta fuerza para tirar abajo lo que pienso. Si qué es escribir, construir o hacer caer el muro. Si la duda se me tatúa en el pecho quién va antes, la palabra o yo, cuál será el símbolo concreto que me verá caer contra la mesa, qué forma tendrá el último dígito, cuál será el sabor de la frase que preceda al eco de siempre. De dónde la duda, para qué la duda, quién es la duda, por qué es tan grande la duda, pero sobre todo cuál es la duda.
La que me hace arrodillarme o erguirme de repente, para qué la meta si el proceso es quien me rige, de nada sirve marearla, con qué fin rozar los hilos, trepar la varilla, agarrar al titiritero por el cuello, torturarme con su silencio. Cautivo para siempre porque tampoco tiene la respuesta, no puede contestar a mi pregunta porque es poco concreta, porque no tiene principio pero tampoco tiene fin, pero sobre todo porque es la que me mantiene viva de alguna forma, porque me mata sin muerte, porque me trepa, me agarra del cuello y me amenaza preguntándome dónde, quién, cuánto, y yo no tengo respuesta, y nunca sabré contestar.
Por eso la duda, para eso la duda.

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OOOH AAAH STILL ALIVE.

Oye, no, nada. Que sigo viva. Llevo sin publicar por aquí desde septiembre, pero EH, bicho malo nunca muere, etc. He recibido algún correo, algún whatsapp, «escribe, perra», «ola ktal olle tu tens un blog no?¿«, y sólo quería comunicar, desde el más profundo respeto, que no-publicar-en-el-wordpress no significa que haya dejado de escribir, de hecho es que estoy escribiendo bastante. Bastante es poema por semana, más o menos, exceptuando no sé, algún viaje, alguna revolución muy loca que no termina de darse pero en fin, o mi calendario de exámenes (el cual, por cierto, desconozco todavía, y muy mal, coño, empieza YA a estudiar).

He venido a anunciar unas cosas.

-Es posible que publique un poemario este año. Seguiremos informando, pero coño, que me han fichao, sacad el cava.

-Mi llegada a la universidad me ha vuelto un poco puño en alto, grita, saca la fierecilla que llevas dentro. Se están organizando cosas muy bonitas, de las de llorar y taparte la cara. Si os pica la curiosidad os metéis aquí:

http://www.lacompluenlacalle.blogspot.com.es

Yo estuve, yo he bailado al ritmo de GAUDEAMUS IGITUR.
La primera jornada de LaCompluEnLaCalle, como su nombre indica, fue a nivel Complutense ysóloComplutense, pero para la próxima jornada se planea que salgan a la calle profesores de otras universidades madrileñas (UAM, Carlos III, etc). La respuesta no ha sido mala, así que, como decía con lo de mi primer poemario, seguiremos informando.
Y POR CIERTO, si eres de una universidad de Madrid, la que sea, Y TIENES INTERÉS en esta iniciativa, PUES DÍMELO. Si eres de la Complutense también me vale, estaría bien no ir prácticamente sola a las reuniones, no tomar café sola mientras juego al Pou, etc.

-¡¡¡¡Encontré trabajo!!!! ¡¡¡¡En Eshpaña!!!! ¡¡¡¡A mi edad!!!!! Y ya me han echado.

-Y yo qué sé, poco más. En algún momento, hace un mes, pretendí hacer una lista de «Cosas bonitas/cosas feas que me han pasado en el 2012». Después el tema varió porque al ponerme a hacer la lista me di cuenta de que apenas recordaba nada, así que pensé en hacer una lista de «Cosas que recuerdo del 2012». Más tarde decidí no hacer la lista, porque al final sólo repetía las mismas sensaciones pero viviendo diferentes hechos. Además era muy Brianard todo, esa maquinita del «Me acuerdo». Y no es que tenga nada en contra de ese señor (al contrario, más bien), pero en fin. Este fue más o menos el resultado:

-Me acuerdo de ir a buscar a mi amigo Ramón a la parada de metro de Noviciado. De que pensé que había venido en bici porque tenía una situada muy cerca. Recuerdo que casi me explota el cerebro porque Ramón vive en Valencia.
-Me acuerdo de abrazar a Didac Alcaraz y besarle la cabeza. De su mirada al ver un Seat Ibiza aparcado frente a la sala donde acababa de hacer el directo.
-Me acuerdo de mandar a una china a por tabaco (?)
-Me acuerdo de perder el búho y de un taxista que cantaba Mariah Carey (le dije que me gustaba).
-Me acuerdo de no dormir y de dibujar líneas en una libreta.
-Me acuerdo del vídeo de Matt Berninger borracho cantando Mr.November.
-Me acuerdo de la de veces que me he hecho listas, post-it, de cosas que hacer. De que sigo sin hacer ninguna.
-Me acuerdo de comer en el salón de mi casa, con mis padres y un amigo inglés (que no sabe nada de español). De mi padre diciendo «I work on the cemento. I’m no albañiler, but casi», «Ladrillo is decadencia». Y de mi madre diciendo «You like cordero? I like cordero!»
-Me acuerdo de que no he ido a un concierto en todo el año, aunque igual sí.
-Me acuerdo de mi hermano, prácticamente todo el tiempo.
-Me acuerdo del dolor de estómago, de cerrar los ojos mientras iba en autobús.
-Me acuerdo de trabajar de resaca. Me acuerdo demasiado bien.
-Me acuerdo de varias escenas de La infancia de Iván.
-Me acuerdo de cepillarme los dientes en uno de los baños de la facultad. De mirarme en el espejo y pensar «mi casa es tu casa» sin razón aparente. Me acuerdo de echar de menos la siesta.
-Me acuerdo de un abrigo largo y con muchos botones. No sé dónde lo vi.
-Me acuerdo de la muerte de Larrañaga.
-Me acuerdo de no saber definir varias sensaciones y de no saber a qué recuerdo asociarlas.
-Me acuerdo de la mirada de un chico y de que no le he vuelto a ver.
-Y creo que ya.

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«Nunca des tus datos a la chica de la lavandería».

Tengo el corazón despacio, la prisa cansada, las retinas rotas de verte o no verte o verte tan poco, de revivirte a cada rato.
Se te ha muerto el barrio en los pies y cualquier excusa es válida para parar el golpe, para el tal vez mañana o después, deja que muera más tarde.
Yo vivo sin luz ni sombra, sin ojos ni cara, sin manos ni pelo, ni ropa tendida o encima. Yo vivo, lo juro, sin ser, yo vivo, lo juro, sin nombre.
No es necesario decirte que, ni mirarte como, ni angustiarse por, ni ponerse la mano en el estómago porque ah la vida porque ah la memoria puta y el recuerdo fiel y la esperanza rota.
Dime quien y ahora, explica eso del futuro peor, lo de mano con mano no porque ves, porque mira, tú no entiendes nada no te entiendes ni a ti misma, mírate presente impropio, mírate ojos de plato, si eres todo entraña, yo le pongo cabeza ¿no ves? yo le pongo cuadrante y barrera a la historia.

Eres todo cabeza, es verdad, eres todo un cráneo, tienes la masa encefálica dentro del horno. Tienes toda la razón a 250 grados.

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(Can’t feel this way forever, I mean)

«It doesn’t work that way
Wanting not to want you doesn’t make it so
It doesn’t work that way
Don’t leave me here alone»
The National. You were a kindness.

A veces soy negro. Otras blanco. A veces soy la indiferencia, encojo y me encojo de hombros, el mundo se vuelve una tabula rasa. No pienso en nada, no me importan los tumbos de los que impregno las calles, no quiero saber ni de mi sombra, no pienso en Ellos aunque ni siquiera sepa quiénes son. No me rebelo, no me dejo pisar. Alzo los brazos como si estuviese contenta por algo, al segundo siguiente caigo al suelo y soy presa del miedo, de la muerte, del miedo a la muerte. Acompaño a la soledad por periodos, otras veces dejo que sea ella quien me tome de la mano.
Todo lo que veo es oscuridad porque todo lo que veo es mi reflejo. Puedo ver musgo, huelo el agua estancada de mi cerebro. Soy tan pequeña que no puedo ponerme de pie dentro de mí misma. Soy tan idiota que a pesar de la oscuridad me tapo los ojos. Tengo miedo y me abrazo las rodillas, echo la cabeza hacia atrás y tarareo. No hay eco porque el eco es mi voz y yo soy mi voz y a la vez soy esa mujer que tararea porque está asustada y piensa en el mundo ya no como una tabula rasa, sino como miles de filas de dientes. Me abrazo las rodillas sentada en la punta de la lengua de esa boca que es el planeta tierra. Tengo la oportunidad de saltar de esta lengua y caer al infinito. La otra opción es dejarme masticar y ser entraña para siempre. Ambas opciones me llevan al abismo. Las desconozco, así que me dan miedo. Sonrío y tarareo.
A veces soy la indiferencia, encojo y me encojo de hombros.

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Skyline.

Ya no me pregunto quién eres ni por qué vengo
tengo un sol acurrucado en cada mano
tu presencia en cada palabra que me callo
y tu voz en cada esquina donde juego.

No he hallado la paz en este silencio.
Los días son simétricos y de guerra
si no te vas
si no te quedas
si siempre estás pasando por mi lado.

No hay meta si no veo tu figura
mirando al futuro y llenándome de sombra
recortados el pelo y la espalda
donde todos tus vértices me tocan y me nombran.

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We can be heroes.

El texto que viene a continuación lo escribí con 15 años. 
Le he pegado algunos retoques porque tanto entonces como ahora 
tengo serios problemas con la puntuación. Este texto en realidad 
tiene una continuación que supongo que publicaré en algún momento. 
El título viene impulsado por Bowie, claro. Joder con Bowie, ¿eh? 
qué cabrón.

Llevábamos cerca de tres horas andando y todavía no habíamos elegido dónde dormir. Yo encontré un clavo y un trozo de cartón y jugaba a hacerle agujeros. Ray no dejaba de mirar hacia arriba por si llovían ácidos del cielo.
Sabía que era un sueño porque Ray olía como yo. Todos sabemos que ningún héroe puede oler como tú salvo que se haga pasar por ti durante cierto tiempo, y los héroes no hacen eso. Hablo de héroes como Dylan o Bowie. Te hacen vibrar con sus obras y no te dejan tirado, ni te gritan, pero nunca se pondrían tu colonia ni tus botas. Ray se pasó a las letras y tiene algún libro cojonudo, de esos que te parten en dos. Estoy segura de que habría sido un buen músico, pero en fin. El caso es que íbamos andando y apareció Ginsberg. Iba fumándose un porro y andaba dando zancadas. Estaba a dos o tres metros de nosotros pero le reconocí, por eso de que en los sueños reconoces a todo el mundo. Luego se sentó en el suelo, apoyando su espalda contra la pared. Tras darle una larga calada al porro se puso a gritar: “I saw the best minds of my generation destroyed by madness, starving hysterical naked”. Ray y yo le miramos sin saber muy bien qué hacer, y no estoy segura de si Ray le escuchó o seguía con el rollo de los ácidos. Yo me acerqué a él y dije “I’m with you in Rockland in my dreams you walk dripping from a sea-journey on the highway across America in tears to the door of my cottage in the Western night”. Ni siquiera sé cómo recordé aquel pedacito de poema. Ginsberg me guiñó un ojo y siguió recitando su Aullido mientras Ray me tiraba del brazo para irnos. Entonces apareció un sombrero sobre mi cabeza y lo levanté para despedirme de Allen. Él me devolvió el saludo mientras Ray y yo nos alejábamos.
Al tiempo que buscábamos el sitio donde pasar la noche (o la mañana, a ese paso) nos cruzamos con un local de tatuajes. Ray lo miró con ojos brillantes y me dijo que me tenía que tatuar algo, lo que fuese, porque ese día estaba siendo bueno y eso era extraordinario. Yo le dije que ni hablar y mientras discutía con Ray mi negativa a dibujarme cosas en el cuerpo, salió de una tienda contigua a la de los tatuajes Jim Morrison. Lo de soñar con tanto muerto empezó a mosquearme, pero no le di importancia. Jim pasó a nuestro lado y nos saludó como si nos conociese de toda la vida. Ray seguía metiéndome en la cabeza que los tatuajes me quedarían bien y que además éste era su sueño.

-No es tu sueño, Ray, es el mío.
-¿Qué? No perdona, soy yo el que sueña con estos tipos.
-En cualquier caso ¿qué más da? Estamos tú y yo aquí, en el mundo onírico y está bien. Lo que no comprendo es qué hacemos aquí parados, estoy cansada.
-¿Cansada? Bueno, la verdad es que yo también, me duele el cuello de tanto mirar hacia arriba.
-Lo sabía, ya te dije que el rollo de los ácidos era una chorrada.
-Pero Lou Reed me dijo algo sobre una lluvia…-bajó la cabeza.
-Te estaba vacilando, seguro. ¿En qué momento te lo has encontrado? Yo no había llegado aún.
-Tú has llegado después de que yo saliera de la casa de Burroughs, he estado allí con Lou Reed y con Nico tomando algo.
-¿Qué tal es Burroughs?
-No estaba. –negó con la cabeza y levantó las cejas– Lou y Nico pasaban por allí y se colaron por la ventana. Él estaría fuera haciendo algo. No creo que le importe.
-O sea que soy yo la que se ha colado en tu sueño. No sé qué haces soñando conmigo.
-¿Y tú conmigo? ¿Eh, eh, eh?-se puso a mover las manos y a empujarme, bromeando.
-Pues creo recordar que me he dormido leyéndote.
-No jodas.
-Pues jodo, me he comprado uno de tus últimos libros y es una puta mierda.
-Es que eres pequeña y no lo entiendes.
-Eso y que a ti se te ha ido la pinza.
-Por qué es una puta mierda, a ver.
-Porque no engancha, no me dices nada. Además no veo ningún tipo de desarrollo, es siempre una descripción de lo mismo. Da vueltas y vueltas, me atoro y me duermo.
-Creo que sé de qué libro hablas. Es una novela de un tipo muy romántico. ¿Te lo has leído entero?
-Ya te digo que no, me he quedado frita cuando iba por la mitad.
-Pero léelo entero, mujer, a lo mejor así…
-Que no Ray, que cuando digo que no es que no. A lo mejor resulta que el final es la novena maravilla del mundo, pero prefiero quedarme en la mitad, para poder criticarte un poco, que te endioso desde que leí Héroes.
-¿No te parece que nos conocemos de toda la vida?
-Tú ya escribiste sobre mí, poco después de mi nacimiento.
-¿Qué? ¿Cuándo?
-En Caídos del cielo, la tía que se va en el coche con el tipo de la pistola. Esa que tararea Sonic Youth y hace también el sonido de las guitarras.
-Sí, la pelirroja esa que pregunta cosas raras.
-Pues eso. La verdad es que me iba sorprendiendo a medida que lo leía. Algunas cosas no tienen nada que ver conmigo, no me gustaría hacerme famosa a costa de nadie. Pero lo de tararear y que era más alta que el otro y que encima tenía la tetas pequeñas…me mató.
-No tienes las tetas pequeñas.
-En este sueño no, y la verdad es que no me gusta tenerlas así, son incómodas.
-O sea que tú existes en la realidad.
-Aha…
-¿Y en la realidad podríamos tener esta conversación?
-Por mi claro, pero no te conozco. Me acerqué a ti en la feria del libro de Madrid de este año. Estabas mirando al suelo con cara de duro. No te dije nada, me planté delante de ti y luego me fui. A la vuelta, después de visitar ocho mil casetas te volví a ver a lo lejos.
-No te vi.
-Ya lo sé, te he dicho que mirabas al suelo como si se te hubiera perdido algo hace años ahí debajo.
-Es que todo el mundo estaba en la caseta de Pérez-Reverte.
-Había cola, mucha. Me llamó la atención. La verdad es que no es un escritor que me guste particularmente.

En ese momento salió un tatuador del estudio frente al que nos situábamos. El tipo tenía cara de loco y nos gritó que fuésemos corriendo. Algo pasaba. Ray y yo fuimos hasta allí también preocupados.
Sobre una de las camillas estaba tumbada una tía de unos treinta años que no dejaba de temblar. El doctor House estaba a su lado apoyado en su bastón, con una tranquilidad alarmante.

-¡Señor House!-gritó el tatuador-¡Se nos va, coño, se nos va!
-¡270 gramos de epinefrina! ¡No! ¡De lorazepam!-dudó House
-Joder, joder, joder, ¡decídase!-el tatuador daba vueltas sobre sí mismo junto a la camilla. No sé por qué daba vueltas sobre sí mismo, no tiene ningún sentido hacer eso, se iba a marear.
-Señora, dígame qué le pasa y la trataremos-dijo Ray.
-¡Asdahdgasdashhaghagh!-dijo la señora con la boca llena de espuma.
-¡Usted, tipo con tatuajes en los brazos! ¡Los pacientes siempre mienten!-dijo House mirando a Ray y señalándole con el bastón.
-No soy médico, soy escritor, a mí qué me cuenta.
-A ver tú, pelirroja, corre al hospital que hay aquí al lado y roba epinefrina, creo que tiene una reacción alérgica.-dijo House ésta vez señalándome a mí con el bastón.

Yo dejé allí al tatuador, a Ray, a House y a la moribunda y busqué el hospital. Pensé que tenía unos sueños la mar de extraños y lo que ya rozaba la puta locura era estar buscando epinefrina en una ciudad que ni siquiera conocía. Y además, ¿¡qué coño es la epinefrina!? Di con el hospital gracias a las indicaciones de un señor viejo muy amable que hablaba con acento portugués, Saramago probablemente. Al entrar al hospital me encontré a Axl Rose gritando subido a una silla de la sala de espera “My, my, my Michelle”. Me entraron ganas de bailar con él pero seguí en busca de la epinefrina. Al final encontré a Cameron y la llevé conmigo. La epinefrina estaba guardada dentro de un bote de Colacao. Cualquiera que pasase por allí vería a una tía con el pelo moreno, coleta y bata blanca, que sostenía un bote de colacao y que corría al lado de una pelirroja con una camiseta en la que ponía “Yo tampoco soy Dragó”.

Llegamos al local donde la moribunda parecía estar igual que antes. House le robó de las manos el bote de colacao a Cameron y yo me senté a ver la escena. Le inyectaron tal cosa y la tía después de pegar un par de gritos se restableció. Ray me miró con cara de “esto ya está” y se levantó.

-Bueno chicos, me voy con ella –Ray me señaló—a todo esto, ¿conocéis algún sitio dónde pasar a noche?
-Sí hombre, a la vuelta de la esquina hay uno. Es un hostal cómodo y todos los balcones de las habitaciones dan a una plaza preciosa.-Respondió el tatuador.
-Buenas noches entonces, caballeros.

Nos alejamos rollo Madrileños por el mundo, saludando nosotros y saludando ellos, como si estuviéramos encantados de habernos conocido. Salimos del local y nos encontramos de frente con Elvis, que iba andando muy despacio y nos miraba asustado. Al verle grité: “¡El rey!” y él se fue corriendo y gritando “¡Lo sabía!”. Ray me miró con cara de circunstancia y poco después señaló un hostal situado dentro de una plaza enorme que me recordó a La Plaza Mayor de Salamanca. Joder, nunca he estado en Salamanca. Subimos por unas escaleras antiguas y llegamos a la recepción del hostal. Curiosamente aquél lugar olía como la casa de mi abuela. De pronto salió Patti Smith de una de las habitaciones y empezó a contarnos su vida.

Creo que entonces me he despertado, pero con la sensación de no saber si estaba en mi cama o en la cama del hostal de Patti. Me queda girarme y ver si Ray ha dormido conmigo.

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Sé que sientes el latido de la máquina…

Sé que sientes el latido de la máquina
descansando sobre ella como quien abandona la cabeza
sobre los raíles de un tranvía.

También sé que no te importa
la maraña que ahora forman nuestras piernas
ni que te haya descentrado
este brazo que extendido
baja el volumen de la música.

La noche es ahora los hielos deshechos
dentro de un vaso
en la mesilla.

Respiro la profundidad de tu pelo
y mirando al techo me pregunto si existe Dios
si tu presencia es un regalo
o un simple desajuste de la vida.
Si no seré yo la que está dormida.

Dejándose mecer la cabeza
caminando por el reino de espectros
que forma esa otra mitad de la existencia

Descifrando con los dedos
la interrogación dibujada por tu cuerpo
observando las telarañas de la esquina
ese trozo de la manta que se parece tanto a un gato.

Pero estas manos que ahora te abrazan
y te sienten tan cerca que quieren llorar
son las mismas que acabarán tapando mi cuerpo
con la ropa pasada de moda de la rutina

abrirán el grifo
saludarán al amigo
harán café.

Sin embargo y a pesar de la vida
el rastro de tu piel quedará entre ellas
cuando en un lenguaje de tacto y espera
averiguaron que el ahora
para ti
es un señor supremo
bajo el que vives doblegado

que estas noches de cigarro consumido
y mirarse en el espejo
son la excepción que confirma la regla.

Una regla que respeto porque
a pesar de todo esto
cómo no sentir
que cuando te duermes sobre mí
tengo la libertad de tus sueños sobre el pecho.

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Underground Girls.

José Manuel Vara ha recopilado en este libro una serie de relatos escritos por mujeres.

Yo estoy ahí.

Nos gusta mucho la idea y estamos realmente emocionados (y cuando hago uso de la primera persona del plural intento hacer ver al lector que a mi alrededor hay un montón de gente, una especie de equipo que me apoya incansablemente, cosa que es mentira) con esta historia.

No, no, en serio. Es la primera vez que me meten en una antología de este tipo y no sé cómo presentarla. Cómo escribir algo sobre algo en lo que ya estás metido. Un poco Inception esto. Una matriuska muy rara, llena de dibujitos y palabras como dolor, sexo, cristal y vino Gran Duque. Además, ¡joder! ¡todas somos mujeres!

Esto último me gusta. Lo de que seamos todo féminas. Y no es porque ame incondicionalmente a las mujeres (cosa que a veces sí y a veces no, la mayoría no) es porque noto cierta negación al arte compuesto por damas. Será porque en la historia la gran mayoría (y no quiero decir todos) de los artistas eran hombres. Será la puta costumbre esta, el machismo extraño que camina por debajo de la piel de algunos. Que a mí me pasa, ¿eh? la mayoría de los libros que han llegado a mis manos han sido de escritores y no de escritoras. Y si digo a boleo nombres de autores me vienen no sé, Pombo, Cortázar, Juan Manuel de Prada (jajaja, se pone tonta la niña), Cervantes, Henry Miller, Genet. Y no Lola Beccaria, y no Pizarnik, y no Carmen Kurtz, ni Isabel Allende, ni Ana María Matute.

Supongo que es algo que pasa así, que a veces sucede y punto. Pero siempre estamos a tiempo de cambiarlo. Así que creo que podemos (y ahora la primera persona te engloba a ti, lector, y a vosotros, raza humana) pillar la antología y aunque sea echarle un ojo. ¡Es gratis! ¡En serio! y tiene colorines. Demasiados, a lo mejor, pero no vale porque yo soy muy amiga del color negro.

¡HAY FOTOS DE TÍAS!
Venga, joder. Aunque sólo sea por ver carne.

Si pinchas en este link fantástico llegas al libro online.

¡¡Hasta puedes descargarlo!! (si le das a una especie de caja con una flecha indicando hacia el sur) (A ver, doy demasiadas indicaciones, ya sé que tú eres un máster del puto Internet, socio, pero este blog lo lee mi padre y el pobre lleva buscando la tecla Ñ desde hace cuatro meses) (Papá, dos teclas a la izquierda del enter, te he dicho) (Enter es la tecla grande).

Ah ah, yo estoy en la página 486 o por ahí. Se nota que soy yo porque llevo unas gafas de sol robadas a mi abuela y porque soy la última. Además estoy muy seria y tengo el pelo como así.
Y hay dos relatos míos. Uno ya publicado aquí (este, aunque en la antología le cambié el título por Las manos) y otro que se llama Regresión, que no está publicado, que es INÉDITO.

pd. Gracias a Carlos Salcedo Odklas, que es un tipo sobresaliente y maravilloso. Y me recomendó. Además está preparando otra antología madafaka con la que vamos a comernos a todos (ojalá, ¿eh?). El blog de Carlos es este, aunque está en la barrita esa de la derecha de mi blog.
pd2. Gracias a José Manuel Vara, claro, sin él nada de esto habría sido posible.

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